EL MÁS FELIZ CONGRESO QUE VIERON LOS SIGLOS
Hay quien para ser feliz sólo quiere un camión. La mayoría de la gente, me temo, no es tan fácil de satisfacer. Tal vez por eso la pasada semana se ha celebrado en Madrid un congreso internacional sobre la felicidad. Sí, ya lo sé, repito, y más despacio. Un congreso. Internacional. Sobre la felicidad. En Madrid. Con la que está cayendo. Pero, podrá preguntarse alguien, ¿quién se atreve a organizar algo así precisamente cuando estamos como estamos? ¿Por qué y para qué lo ha hecho? Porque poner en marcha toda esta parafernalia de discursos, conferencias de eminentes expertos, mesas redondas repletas de prestigiosos figurones, testimonios personales de gente traídaex profeso para la ocasión desde la otra punta del mundo, todo esto, digo, debe de ser muy costoso en todos los sentidos de la palabra, el de la pasta gansa en primer lugar. Y si el tinglado se hubiese montado para reunir a los mejores cerebros del mundo con el objeto de encontrar, pongamos por caso, el cuerpo incorrupto de algún político vivo, todavía. Pero para hablar sobre la felicidad, caramba, si basta con teclear la palabrita en un buscador y, plin, nos aparecen miles de citas célebres de sabios (desde Sócrates hasta Jorge Bucay), decenas de miles de entradas de todo tipo, la biblia en pasta, vaya, sobre el dichoso concepto, sueño, mito, quimera, leyenda, utopía o lo que quiera que sea la cosa.
Pero, en fin, el hecho está consumado. Si lo consideramos delito, ya está cometido; si obra de misericordia, pues también cometida está. Si nos interesa arrojar algo de luz sobre ello, toca ahora analizar la escena del milagro, o del crimen, buscar y recoger evidencias (huellas, colillas, latas vacías, muchísimas latas llenas), que nos permitan esclarecer el caso. Para ello podemos, como en las novelas y las películas policíacas, prestar atención a las declaraciones de los allí presentes. Las estrellas del congreso resultan ser dos verdaderos gurús de esto de sacar la viga de la infelicidad del ojo ajeno: el periodista catalán Eduardo Punset y el psiquiatra Luis Rojas Marcos. Punset, director del congreso, leyó un discurso de apertura cuajado de frases lapidarias, prodigiosas (aunque no sé si felices) por estar llenas de sentido común y, a la vez, vacías de significado concreto: “La felicidad es más si se comparte”. “La felicidad es la ausencia de miedo”. “Hay vida antes de la muerte”. “Las razones verdaderas de la felicidad están en todas partes”. Por su parte, Rojas Marcos centró su conferencia en el análisis de los que él llama protectores de la felicidad: hacer ejercicio físico, cuidar la autoestima, ser positivo, mostrar capacidad de adaptación ante los cambios, estar de buen humor y, sobre todo, hablar, hablar mucho. De hecho, aseguró, la mujer española vive más por su proverbial incapacidad para el silencio.
Lo más interesante del congreso han sido, sin embargo, los testimonios personales. Como el de sor Lucía Caram, una monja contemplativa y argentina que necesitó cinco años de clausura, silencio y soledad (horror, sin protectores de la felicidad) para convertirse, según sus propias palabras, en monja cojonera, denunciante de todo tipo de injusticia social. En la actualidad se considera expropiada para los demás y se entrega a una desatada hiperactividad social al frente de una fundación catalana que da de comer a víctimas de la crisis. Otro testimonio, el más sorprendente quizás, ha sido el de un ex genetista francés, Matthieu Ricard, metido a monje budista. Y a conejillo de indias, pues el buen hombre se prestó voluntariamente a ser sometido por médicos de Wisconsin a todo tipo de escáneres, resonancias y demás perrerías electromagnéticas, como resultado de las cuales fue honrado, digo yo, con el título de hombre más feliz del mundo. Propone el monje la práctica de la meditación como panacea de la salud y el conocimiento. Sin embargo, la vida contemplativa, amén de ser vocacional, ha de tener períodos vacacionales, y en ellos se dedica (como Punset y Rojas Marcos) a escribir libros, a presentarlos por todo el mundo y a participar en congresos internacionales.
Y hasta aquí las declaraciones más significativas. Ahora os toca a vosotros proseguir con la investigación. No sabemos aún quién está detrás de todo esto, ni por qué ni para qué está detrás. Os sugiero que sigáis la pista de las latas vacías y llenas y os inspiréis en la famosa frase de El padrino: “No es nada personal, sólo son negocios”. Por no saber, ni siquiera sabemos si ha habido delito, piadoso acto filantrópico, ambas cosas o ninguna de las dos. Es vuestro criterio el que cuenta ahora para reflexionar, en serio o en broma, como gustéis, sobre la felicidad y lo que la rodea.
Antonio Guirado Gabarrón es profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Los Cantos de Bullas.
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